
Con la primavera pisándonos los talones a unos pocos días vista tan solo, y cuando comenzábamos a prometérnoslas más o menos felices paseando al atardecer por bellos campos de flores de vistoso colorido, pues el gran asunto que nos venía acorralando, la pandemia, iba tomando visos de ir descendiendo progresivamente hasta precipitarse camino de los infiernos, de donde nunca debió salir; hete aquí que de pronto las crónicas de la más rabiosa actualidad giraron su trayectoria, coparon todo el protagonismo y comenzaron a hablarnos de guerra, esa palabra maldita que nadie quería pronunciar abiertamente bajo ningún concepto, pues la mayoría de nosotros considerábamos que gozábamos ya de un conocimiento bastante aproximado de su maléfico significado.
Y cuando días pasados comenzaron a sonar las alarmas de alerta y a caer las primeras bombas rusas sobre su vecina Ucrania, destruyendo en segundos todo lo que los habitantes de ese país habían conseguido levantar con sus manos a lo largo de muchas décadas, el mundo volvió a temblar y se le borró de un plumazo el pensamiento demasiado conformista de que en los tiempos que corren, de la globalización y demás, nunca podía volver a producirse una guerra de estas características –como las pasadas por la humanidad-, por querer anexionarse un país limítrofe porque sí con la fuerza de las armas.
Porque es lo que ha ocurrido con esta invasión de Rusia sobre Ucrania; donde de nada sirvieron las conversaciones y mediaciones previas al conflicto que, aunque se vieran como infructuosas en cuanto a acuerdos, dejaban abierta la puerta siempre a seguir dialogando.
Pero cuando las armas comenzaron a hablar, y de qué manera además, el más profundo de los pesimismos comenzó a adueñarse del mundo en general, y la desconfianza en las personas que están al mando de las naciones, alcanzó entonces su mayor grado de decepción.
Y es que con esto se demuestra que no hemos sido capaces todavía de entender que, por encima de las fronteras terrestres y el afán de anexión de las tierras vecinas, están las personas inocentes que mueren, unas luchando y otras en los bombardeos y asedios de las ciudades.
¡Que esto acabe pronto!.
© J. Javier Terán.
P.D. Por la actualidad del momento, quiero compartir con todos vosotros mi artículo de opinión de este pasado miércoles en el periódico local “Diario Palentino”. Y es que, a la vista de los tristes acontecimientos que nos rodean, poca atención se le va a prestar a esta bonita primavera que está a punto de llegar…
Buen trabajo mis felicitaciones J. Javier, me alegra que hayas decidido, traer hasta aquí tus artículos de periodismo, y concienciar con la visión sensible, y veraz, como tú lo haces, es necesaria .
Como siempre, es un placer poder leer tus letras. ¡Muchas Gracias compañero !
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Muchas gracias, Araceli, por tus palabras que aquí me dedicas. Siempre tan amables y cargadas de sentido. Y sí, tenía que mostrar aquí también el horror de esta guerra tan cruel. Un abrazo.
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Muy buen artículo y muy humano tal y como tú eres, una gran persona.
Ojalá esto cambie y podamos contarlo, lo veo todo muy negro.
Un abrazo fuerte.
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Muchas gracias, Carmiña. Y, desde luego, que todo cambie pronto a nuestro alrededor. Besos.
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Bueno que puedo decir …uno se siente impotente ante los acontecimientos, triste por la catástrofe que significa todo esto…las pérdidas de vidas…de valores…se esfuma el optimismo y llega la primavera pero no sé si este año florecerá con todo su esplendor…
Besos Javier
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Muchas gracias, Mª Luisa. Y, como dices, malos tiempos corren para la primavera en nuestros días. A ver si entre todos conseguimos que la cosa cambie pronto. Besos.
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