Elviento

Se llenaba la mañana
con su sola presencia;
y se calmaba el viento
aunque soplase intenso.

Se allanaba el camino
y el pasear era más ameno
cuando de pronto ella aparecía
y hasta el tiempo se detenía.

Llegaba con su melena al viento
que enredaba con gracia cada cabello,
dibujando al poco onduladas trazas
que recortaban su rostro en finas formas.

Y hasta el sol, allí presente, dejaba
por un instante de hacer sombra
cuando hasta el lugar ella llegaba,
porque todo lo cubría su misterioso aura.

Por eso, su amor le pedí
aquella mañana de abril,
cuando el campo olía a rosas
a las que yo unía mis loas.

Trayéndome el viento al poco
su respuesta, con un claro
aroma de su perfume
que hice mío al instante.

© J. Javier Terán.