Amado mío, dueño de mi padecer,
voz de mi sinrazón, mi tesoro…
En noches como éstas,
de desolada y despiadada vigilia,
donde el vacío de tu ausencia me abruma
y nada mitiga el sinsabor de mi congoja,
puedo rubricar de mil formas distintas,
sin tener la certeza mínima
de que tú sientas lo mismo.
Que las horas, son cada vez más lentas,
que los segundos, sin piedad te nombran,
como el breve rumor de una melodía.

Más allá de la distancia se entrelazan los dedos,
como hilos insertados de vidas suspendidas
en los confines del cielo.
Ni auroras ni puestas del sol, alejan, estas fuerzas que aprietan
dentro el alma, las intensas voces del corazón.
Está lejano el sol, sin embargo calienta del lejano cielo,
que inaprensible hidrata y da vida
a un corazón pávido que siente el hielo
de la noche.
Amada mía, más allá de la distancia, vidas atadas
de un destino que fácil no es.

Amor de mi vida, caro mío.
Estériles son las noches
cuando no estás conmigo,
y en horas como éstas,
dónde hago esta pasión tan mía,
quisiera decirte tantas cosas…
Pero no encuentro las palabras idóneas
para suplir tan cruel desventura.
Quisiera derramar mi alma íntegra
en el grueso rigor de estas líneas,
mientras mi corazón, aún se contenta
con estas migajas de tinta,
escritas de tu puño y letra
en el dorso vulgar de esta servilleta.

Todo vuelve, todo se renueva
en el recuerdo.
También si no te veo
siento tu presencia, pero me faltas.
Se llenan de lágrimas los ojos
reviviendo los lugares visitados juntos
y es como si, dolorosamente,
tus manos apretasen las mías.
Me llega como un eco tu voz
y también el sabor de tus besos,
haciendo mal en el corazón.
En el entorno danzan las mariposas
y sé que tú las traes a mí
para decirme no llores…
También el perfume de las flores
brotadas esta primavera
son palabras tuyas entre los suspiros del viento.
Y es amor,
es todo amor que vuelve
pero me faltas… querida mía.

© Hergue A. & Greg D.